lunes, 7 de noviembre de 2016

Tierra del Fuego

Eran las 10 de la noche, hacía calor e iba camino a una tocata en el centro de Santiago. Por un momento me asusté al ver tanta barricada, pero se trataba solamente de un concierto al aire libre de música clásica.

Temí que no iba a poder fumarme un caño.

Caminé un rato hasta llegar al punto de encuentro con el Chroma, cosa que salió a la perfección sin precedentes, lo cual es raro porque siempre pasa algo cuando nos juntamos. Nos encaminamos al Cine Arte a esperar la hora de inicio y a juntarnos con otro amigo. ¿Por qué permiten tocatas en un cine? Vaya yo a saber.

Dieron las once cuando comenzó a correr la pipa mientras hablábamos de cuando estábamos en el liceo y nos abstraían los videojuegos (en ese entonces era peor que ahora), al punto de no necesitar vida social. Entre tema y tema, la gente comenzó a entrar, así que partimos a comprar las entradas y a proceder al local. Me dio mucha risa el guarda con su actitud de pseudo mala onda, cuando solamente lo tiene que hacer por su pega. En el fondo era un buen sujeto.

Caminando de frente, subiendo la escalera de caracol a la izquierda y cruzando un puente, llegamos al pequeño espacio donde se estaba haciendo la prueba de sonido y, al fin y al cabo, iba a ser la tocata. Escenario pequeño, cabían justo los músicos, casi a ras de suelo, pero sonaba espectacular, junto a un bar donde todos ahogaban las penas o alegrías, dependiendo del individuo.

Demonauta fue el motivo de nuestra junta en aquel lugar. Tres bandas en total, las cuales desconocía totalmente a excepción de "Demo" y no me dejaron indiferente, sobretodo la primera. Sin embargo, la estrella de la noche fueron ellos y es indisctible, porque todos los esperamos. Todos alrededor del escenario, cabeceando tanto aquí como en la oscuridad, o en el sexto Sol. Nota tras nota, estaba más sumido en mis pensamientos. Cada vez me hundía más en el sofá que oportunamente conseguimos con los cabros y aprovechamos el máximo. Se notaba mucho que era mi primera tocata Stoner.

Lo mejor de todo, era la ausencia de "la cochiná," como decimos. No escoria, no trves, sólo paz y humo.

Ya a eso de las 3 de la madrugada caminamos en dirección a Los Héroes, luego de haber terminado el evento, analizaba lo extraño que era Santiago de noche. Los "pacos" chocando con barreras de contención, puestas para evitar accidentes automovilísticos en el concierto de música clásica frente al GAM, otros autos chocando por lo mismo. Gente mayor, ebria, ahogada en su pena y su soledad más que en el alcohol mismo, vagando sin rumbo aparente. Otros tirados en plena calle, sin darle importancia a nada en absoluto, y algunos enfocados sólo en volver a su hogar, como nosotros. Personas enojadas por no poder sacar dinero de un cajero a esas horas, mientras los demás, cansados, esperaban el transporte para llegar a su destino.

Lo único que puedo acotar, creo, al respecto, es que lo repetiría de nuevo. Ah, y que todavía hacía calor a esa hora.







viernes, 28 de octubre de 2016

Traumas

A veces, creemos que nos forjamos mediante las enseñanzas de nuestros padres. Otras veces, que son las decisiones que tomamos, y que todo sucede a través de la ley de la casualidad. La verdad es que, si bien no están alejados de la realidad, no son del todo ciertas: son los traumas. Los traumas nos obligan a tomar caminos, caminos que no tomaríamos bajo circunstancias normales y que, en general, no deberíamos tomar... pero lo hacemos, porque así son los traumas.

Nos obligan a tomar caminos, nos cierran puertas y nos abren otras, y estamos obligados a seguir el camino que nos dejan, porque simplemente no hay otro. En ellos, el libre albedrío es inexistente. Algunos no son tan fuertes, pueden generarse como una simple fobia, problemas de nervios, etc. Esos tienen "cura"; se pasan con el tiempo o bajo el esfuerzo de uno mismo, pero hablo de los traumas fuertes, que terminan siendo parte de tu personalidad, que logran crear una fortaleza dentro, llena de súbditos y gente a su servicio, que se manifiesta simplemente en el Yo y el día a día, y todos estos traumas terminan en ira y tristeza porque no hay otra forma de manifestarlos.

Como cualquier ser humano, poseo muchos traumas. Todos refinados y bien pulidos con el pasar de los años, producidos por ciertas circunstancias que me llevaron a ser lo que soy hoy, y me da rabia y pena. Da rabia y pena saber que las mismas soluciones que uno tiene y se propone, terminan en el vacío por la condición humana, porque eso somos y estamos obligados a cargar con ello hasta el fin de nuestros días, obligados a dar o ceder bajo las situaciones de nuestras vidas, creando más traumas en sí... y lo peor de todo, es que no podemos deshacernos de ellos.

sábado, 28 de mayo de 2016

Blo Blo Blo

No pasa hasta que te pasa
Diría algun genio
Guardo silencio y escucho por la casa
Sin embargo, hay mucho ruido en el medio
En mi mente, en mi espacio
Algo golpea mi cerebro
Al parecer, es un viejo visitante
De hace ya mucho tiempo
"Buenas noches", le digo
"Buenas noches", me responde
"Años sin vernos", replico
"La culpa es tuya", afirmando verdades

Mi extrañeza y mi cordura
Juntas de la mano
Despues de una larga charla
Vuelvo ensimismado
No dejo de conversar conmigo
A pesar de estar cansado
No dejo de pensar en ello
Y estoy exhausto, extrañado

Un vacío que se llena
Que yacía en el olvido
Que solo emociones fuertes pueden despertar
El adalid en mi alma sale a flote
Ahora joven, ya no sumido
En oscuridad, en penumbras
Y la luz brilla nuevamente
Creando hermosas figuras.





viernes, 27 de mayo de 2016

Los Pintores

Muchas personas creen que los mitos urbanos no son más que eso. El chupacabras, la rubia de Kennedy, por nombrar algunos, no son más que cuentos de gente borracha y llenos de falsedades e incoherencias.

Nunca nadie ha hablado de Los Pintores. No sabía si por miedo o qué, pero nunca nadie fue capaz de contarme la historia, solo hacían como si nunca hubieran escuchado eso y me ignoraban completamente. Más allá de rumores, nunca tuve una historia consistente después de lo que vi y lo poco que escuché sobre eso al darme cuenta de mi descubrimiento, por ende la única forma que tenía para saber quienes eran, era estando frente a ellos.

Bajo esta ciudad se sabe que hay catacumbas, túneles que antaño se usaban para múltiples propósitos, coitos de monjas y curas en plena oscuridad, dejar fetos producto de su asquerosa fornicación, cadáveres, y quien sabe que otras cosas podrían aparecer. En la parte delantera de mi hogar, estaba lo que supuestamente era un tubo de concreto para el medidor, sin embargo era demasiado grande para serlo y siempre mantuve sospechas al respecto. Mientras mis padres dormían, me decidí por salir para ver que tan equivocado o quizás cuan en lo cierto estaba. La noche estaba tranquila, la Luna en su máximo esplendor, contamplándonos desde arriba, sobre esta ciudad. Podía ver mi respiración mientras el frío carcomía mis rodillas.

Desgraciadamente no tenía como excavar, así que con un chuzo comencé a ablandar la tierra y con mis propias manos sacaba la tierra. Estaba un poco ansiosio, temblaba, pero no le daba mayor importancia. Cada vez que enterraba las manos y tocaba esa tierra, tenía la sensación que se adentraba a traves de mis poros. Sentía cada vez los brazos más pesados, pudo ser producto del cansancio, pero no era natural esa sensación. Estaba muy incómodo.

Al cabo de un rato, mi mano pasó de largo. Abruptamente retrocedí, pensando en que podía caer a través del pozo. Lentamente comencé a alejar la tierra que lo cubría y estaba absolutamente oscuro. Mirando con extrañeza el vacío del pozo, ya estaba pensando en como taparlo, porque fue un fracaso rotundo, sin embargo después de haber escuchado un susurro proveniente desde aquel vacío, me petrifiqué. Aterrado, observaba como lentamente subía un líquido extraño. Podría decir que era agua, pero no estaba seguro, tenía un tono verdoso y viscoso, cubierto de musgo, pero no era eso lo que me preocupaba ¿Cómo algo con aquellas características carecía de olor? A medida que subía hacia la superficie, iluminado bajo el cielo estrellado, algo subía por él. Me puse de pie sin pensarlo, como si aquello que me estaba sujetando tomó la decisión de soltarme, y a veces me pregunto si fue por piedad o maldad pura. Poco a poco, con el chuzo en mi mano preparado para golpear, vi como algo solido emergía. No era un ser vivo, pero alguna vez lo fue. Era un esqueleto muy pequeño y de unos colores muy extraños, como si fuera de un niño. No se qué fue lo que se cruzó por mi mente, pero lo saqué del líquido y estaba completamente seco.

Después de eso el pozo quedó vacío nuevamente y me dediqué exclusivamente a observar el pequeño cuerpo que sostenía. Le di la espalda al agujero e iluminé al pequeño ser con la luz de la Luna. Fue una sorpresa desagradable al darme cuenta que era un cadáver de un niño, pero estaba pintado de un blanco muy puro. Su torso estaba cubierto por bloques de madera, asemejando a un muñeco, pintado con blanco y rojo como un traje de baño antiguo. Sus pies no estaban, desde el tobillo hacia abajo tenía unas aletas de maderas, atornilladas directamente a los tobillos, y su cráneo intacto, solo pintado. Me dispuse a devolverlo por el pozo, pero antes de siquiera darme vuelta caí desplomado al piso.

Desperté en mi cama con una jaqueca terrible a eso de las 10 a.m. Tenía los brazos cortados, como si dos fauces me hubieran arrastrado, una por cada brazo. Me costaba moverme, así que llamé a mi madre con un grito fuerte para saber si ella vio algo. No hubo respuesta. Lo intenté de nuevo. Silencio absoluto. Comencé a preocuparme, pero intenté calmarme y pensar que solo había salido. Incliné mi cabeza hacia atrás y me dispuse a seguir durmiendo. De verdad no me sentía bien.

Un par de horas más tarde desperté, ya más compuesto y me levanté. Abrí la puerta, y poco a poco mi cordura fue descendiendo. Ver trozos de mis padres, amarrados desde el techo del pasillo, colgando, es algo que jamás saldrá de mi mente. Todo estaba recubierto con un líquido verde y no había ningun hedor. No pensé en nada, solamente caminé hacia adelante, evadiendo lentamente los fragmentos carnosos que alguna vez formaron parte de los seres que mas amé. Solo pensaba en mi hermano.

Entré a su habitación en modo automático, no pensaba en nada. Vacía. No estaba. Mi corazón comenzó a acelerarse al notar claramente su ausencia. Salí corriendo de mi hogar y el pozo estaba abierto por completo. "Hijos de puta", me dije, y me dejé caer por él. Nadie en su sano juicio haría una cosa como esa. Cuando dicen que la valentía se compara con la locura, están en lo cierto. Estaba loco. Enloquecí. Nada me importaba más que mi hermano en esta vida. El único ser por el que sentía amor incondicional en esta miserable existencia, llena de gusanos, ratas y esclavos, se lo llevaron, y no podía dejar que lo conviertieran en esa asquerosidad. No iba a dejar que lo conviertieran en eso.

Cuando finalmente dejé de caer por ese agujero estrecho, caí sobre terreno duro y sobre mis piernas, dislocándome la rodilla izquierda. No me importó. Posicioné bien mi pierna, como pude, e hice presión sobre la rodilla para encajarla. El tirón, el crujido, mi respiración se detuvo por un momento junto a un grito ahogado. Casi me desmayé del dolor, pero sobreviví a él. Fue ahí cuando recupere la conciencia y me di cuenta en donde estaba. Un olor putrefacto emanaba desde quien sabe donde, pero me aguanté. Mi gran problema era que tenía dos opciones, o izquierda, o derecha. Iluminé con mi teléfono, que quien sabe en qué momento lo guardé, pude distinguir en donde estaba: eran estos túneles mortuorios, eran las catacumbas. Muros recubiertos con huesos amarillentos hasta el techo, ya roidos por el tiempo y el polvo, cráneos rotos me rodeaban en el piso de piedra. Observé ambas direcciones y no lograba decidirme cual dirección tomar. El tiempo se me estaba agotando, y mientras más dudaba, más avanzaba, y más en peligro estaba mi hermano. Afortunadamente, en el asqueroso techo semicircular habían rastros verdosos que iban hacia la derecha. Comencé a correr sin pensarlo dos veces.

No se cuanto tiempo pasó, media hora, una hora, tal vez más, no importaba. El rastro iba en aumento y cada vez iba desapareciendo más y más el hedor a muerte del lugar. Cada paso que daba me acercaba más a él, pero ¿quiénes eran estos sujetos que se lo llevaron? ¿por qué no pensé esto antes?. Me detuve por un instante, como si hubiera tirado una cadena amarrada a mi columna. Miré mis extremidades, perplejo: ocho cortes, perfectamente separados unos de los otros a través de todo el perímetro del brazo. ¿Qué carajo son estos malnacidos?

Seguí corriendo, pensando en semejantes monstruosidades. No dejaban rastro, no dejaron huellas en nada. Un trabajo limpio, impecable y perfecto. Jamás nadie sabrá quienes son y solo yo estaba ahí para contemplarlos, pero solo quería a mi hermano. Mientras proseguía mi maratón, ya la ausencia de olor era notoria, y comencé a desesperar. Oraba a Dios, vendía mi alma al Diablo, y me insultaba a mi mismo. Yo tenía la culpa, yo era el imbécil que provocó todo esto, o al menos eso creí en ese momento.

Comencé a escuchar mi nombre en el ambiente. Era él. Mi hermano me estaba llamando. Escuchaba sus llantos de auxilio, de miedo. Nunca corrí tan rápido en mi vida. Dejé de prestarle atención a mi alrededor y pagué por ello. El camino abrutamente se fue en picada hacia abajo y caí. Rodando hasta el final del camino, caí a los pies de mi hermanito. Estaba desnudo, solo, y lloraba, solo atiné a colocar mi chaqueta sobre él, lo cubrí, y lo abracé. El no se podía mover hasta que figuré por qué. Dentro de esa oscuridad los vi, apenas, pero los vi, los tenía frente a mi. Vi sus máscaras de hueso talladas con madera, vi ojos vacíos, llenos de una oscuridad abismal, cubiertos con mantos de trapos verdes como si fueran una masa grotesca y deforme. Sentí como unas navajas se adentraban en mis brazos donde anteriormente tenía las heridas, abriéndolos, quedando a merced de ellos. Vi claramente como unos brazos grises cubiertos con harapos levantaban a mi hermano y como se sumía en la oscuridad. Lo miraba y le gritaba que todo era mi culpa, y que lo sentía. Terminé solamente con un "adios".

A lo lejos escuchaba sus gritos. Un niño gritando desconsoladamente de pena, de dolor. Cada vez fueron alejándose más y más hasta que cesó. Silencio total. Sentía que una cortina de humo me levantaba, etérea, me amarraban en un poste. Podía sentir los grafios a través de mis brazos y mis piernas y como tiraban, depellejándome. No me importaba, ya nada importaba. Había dejado de sentir. Miré por última vez a los ojos vacíos de la presencia que tenía al frente, al Pintor, uno de tantos, y simplemente cerré los ojos. No quería luchar más. No sin él.

Pensé en alguna forma para apaciguarlos, pensé si algo de lo que podía decir o hacer serviría para salir de todo esto, pero no. Esto era su trabajo, su arte, era su deber y sus razones de ser, ¿quién se los encomendó? es posible que jamas me entere de eso, y es que algunos de los fetos de las monjas y los curas nunca murieron, sino que crecieron aquí, en la negrura subterránea, con el instinto animal del ser humano en su estado más puro. Destructor, violento, y de alguna forma, sutil y elegante. Tarde lo entendí.

miércoles, 30 de marzo de 2016

¿En la noche soy real?

Esucho música de muchos géneros, de duraciones tanto breves como extensas y a pesar que tengo bandas favoritas, actual y posiblemente por el resto de mi vida es y será Ghost.

Un tema en particular, que a pesar que no sea de ellos, lo siento más cercano que el original y es If You Have Ghosts de Roky Erickson. Durante mucho tiempo nunca supe entender bien el tema, hasta ahora. Dejando en claro que siempre ese tipo de percepciones es personal, esta es la mía.
If you have ghosts, you have everything
If you have ghosts, you have everything
You can say anything you want
And you can do anything you want to do
If you have ghosts, you have everything
La acción y la consecuencia es algo que siempre está presente en nuestra vida, siempre y para siempre esto se cumplirá, siendo un principio físico, ocurre absolutamente en todo. Los físicos también son, de alguna forma, filósofos. "Si tú tienes fantasmas, tienes todo. Puedes decir y hacer lo que quieras", en resumen, esto es tan cierto como el resto de la canción. Todas las personas en la vida tenemos recuerdos que los transformarmos en el ruído de fondo de nuestras vidas. Así como las leyes de conservación se basan en que nada se crea ni se destruye, solo se transforma, con los pensamientos es igual. De alguna u otra forma, estos jamás saldrán de nuestra mente, siempre estarán presentes, como decirlo, atormentándonos. Sean buenos o malos, estarán ahí, ese ruido siempre permanecerá y algún día volverán, y se irán, y volverán, y así por siempre. Esos son fantasmas, o fantasmas del pasado como la gente usualmente les dice.
One never does that
One never does that
You can call it surprise, there it is
And a part of it is me
One never does that
Cuando aparecen estos "fantasmas", uno puede reaccionar y pensar de diversas formas. "¿Cómo pude hacer eso?",  "¿Porque hice esto?", "Yo quiero hacer eso, no me importa nada", todas son válidas. Sea de buena o mala forma, esos pensamientos que van y vuelven nos hacen hacer y decir cosas que queremos, que no nos atrevemos, que deseamos y sentimos, o de las cuales algunos se pueden arrepentir. "Uno nunca hace eso, lo puedes llamar sorpresa, ahí está", y así mismo es al parecer.




Bueno, eso. Las tejan caen tarde pero en el momento preciso... A veces.

domingo, 28 de febrero de 2016

Lecho de muerte

¿Por qué es exclusivamente necesario decirse las cosas en momentos fatales? ¿Por qué nadie es capaz de decir las cosas como son? ¿Por qué es necesario estar muriendo, sufriendo, pasar por cosas malas o después de todo aquello pasado?

Lo peor es cuando uno las dice y no las creen, no las aceptan. En todos los tonos, en todos los idiomas. No hay peor ciego que el que no quiere ver, dicen por ahí.

Día tras día vemos gente que nos rodea durante el paso en esta vida. Gente con la que nos involucramos o no, gente que vemos todos los días u ocasionalmente. Gente recién conocemos o conocemos de hace mucho tiempo. ¿Cuántas personas en su vida pueden decir que han dicho todo lo que tienen y deben decir?

Hace unos días murió un amigo. Mentiría si dijera que fue un amigo cercano. Fue un buen amigo mientras estuvimos juntos el corto tiempo, pero fue un amigo al fin y al cabo. Me contaron que cuando estuvo cerca de morir, dijo que tenía tantas cosas para decirle a su familia, a sus amigos, a sus compañeros, tantas cosas que pudo haber dicho y ya no puede. Nunca más podrá, porque él no se dio el tiempo de hacerlo o tal vez nunca fue sincero al 100%.

Independientemente del por qué, toda la gente debería decir las cosas como son. Sin eufemismos, sin pensar demasiado, simplemente decirlo. Sea a quien sea. Si ya la gente no cree no es problema de uno, pero basta con decirlo. He dicho muchas cosas, como cualquier persona, a través del tiempo que llevo en este mundo, y así como muchos me he retractado de cosas que he dicho en momentos de ira, he corregido mis errores, pero siempre ser lo más honesto posible. Y como dije, si no te toman en cuenta, ya no es problema tuyo.

Si tienes seres queridos, ya sean amigos, familia, tu perro, etc. Sea quien sea, nunca dudes en decirle algo que sientas que debes comunicarle. Nunca titubees en decir las cosas como son a quien sea, ya que el día de mañana puedes amanecer muerto y no encuentro, en lo personal, nada peor que una muerte amarga.

sábado, 31 de octubre de 2015

Endless

Recuerdo un pasillo largo, pero no sin fin. Lograba al menos divisar con dificultad el final. A medida que avanzaba habían una serie de puertas, y de no entrar en ellas mi avance se vería obstaculizado por, realmente, nada. Simplemente no podía pasar.

A medida que crujían las tablas que avisaban con escándalo mi andar, no pude evitar sentirme incómodo. Claramente la situación no era la mejor, pero eso no era lo que me acongojaba, si no algo más. Sin embargo continué mi marcha, revisando las puertas una por una sin encontrar nada más que una habitación vacía, llena de moho y heces de ratas.

Una tras otra, una tras otra. Nada, nada y nada. Comencé a perder la cabeza. No me sentía bien en ese lugar extraño que, para empezar, no tenía idea de como había llegado. Solo recuerdo haberme recostado, y no, no es un sueño... No lo parece al menos. Pero tampoco es una pesadilla. Lo peor es que sigo viendo el final, pero pareció que siguiera en el mismo lugar de antes, como si se alejara cada vez que me acerco.

Llegué hasta una puerta de madera tallada a mano con un reloj de arena en el centro. Toda la arena estaba arriba. Dentro, podía ver como en la oscuridad se formaba una masa que con el pasar de los segundos crecía y crecía cada vez más, tomando la forma de un corazón putrido y palpitante. De fondo escuchaba el sonido de la arena caer, y aquel órgano se fue limpiando lentamente hasta que el sonido se detuvo, dejándolo completamente limpio.

El reloj ya no estaba en la puerta. Miré hacia el pasillo y por fín veo un avance: se había acortado el pasillo levemente. "Tengo todo el tiempo del mundo", me dije.

Horas y horas caminando, y nada a mi alrededor. Ninguna puerta; las tablas ya no crujían y el hedor a humedad desapareció, ahora siento los pies fríos y un olor a óxido en el aire. Caminaba descalzo sobre una placa de metal alargada, dando lugar a numerosos pasadizos. No lograba saber cual era el principal, así que fui probando uno por uno. Cansado, me dije: "Tengo todo el tiempo del mundo...". Era eso o quedarme parado ahí.

Cada camino llevaba a otros nuevos. Intenté descubrir un patrón y nada, no resultaba. Cada vez que lograba enlazar algo, inmediatamente me equivocaba y, curiosamente, volvía al inicio. Por ende, simplemente me dediqué a caminar donde creía que era la elección correcta. Caminé así por unos minutos y no volvía al inicio, así que supuse que debía continuar así. Izquierda, derecha, izquierda nuevamente, de frente, pasillo tras pasillo, esquina por esquina, no terminaba. No parecía querer terminar. Tenía una llaga en el cuello de tanto rascarme por la tensión y los nervios. Aún así, no sentía ni hambre ni cansancio y a pesar de que sabía que estaba helado, no tenía frío. Sólo estaba tenso, nervioso, y no quería caer en la desesperación. La incertidumbre quería que colapsara.

Llegué por fin a otra puerta, esta vez de hierro forjado y con el mismo reloj de arena, que esta vez no ya había comenzado. Una pequeña parte de su arena estaba en la parte inferior, pero no corría, simplemente la parte superior estaba congelada, como si el tiempo se hubiera detenido. La empujé con todas mis fuerzas hasta que la logré hacer ceder, el óxido había hecho lo suyo. Dentro había un niño, y no me veía. Entré y camine alrededor de él, pero yo no existía para él, nunca se percató de mi presencia. Él estaba de lado, acostado en posición fetal, cubierto con una manta gris gastada y sucia. Sollozaba, temía que le hicieran daño. No podía verlo, puesto que la manta lo cubría en su totalidad y en ningún momento se asomó algo de su cuerpo. Sollozaba y extrañaba. "Nostalgia", me dije. En ese momento caí al vacío. Caía y escuchaba de fondo al niño gritar y gritar, llorando y golpeando el piso metalizado, mientras oía también a la arena caer, igual que en la habitación anterior. 

Dejó de caer la arena, el niño calló y yo perdí la conciencia después de ese episodio.

Desperté en el suelo, duro, con una herida en la cabeza. Sangraba pero no dolía, había perdido mucha sangre y me sentía débil. Me levanté con dificultad afirmándome de la pared. Cuando logré levantarme, miro mi mano y sangraba: la pared estaba cubierta por rocas afiladas, al igual que la superficie del camino. El terreno se comienza a mover. Miré hacia atrás y veía como se derrumbaba el techo a mis espaldas y como se iba acercando más y más a mí. Corrí. Cojeando, con una mano sobre la pared filosa y otra sobre mi cabeza ensangrentada, corría sobre esa superficie maldita y desgastante totalmente descalzo. Sentía como las piedras cortaban la planta de mis pies con cada paso que daba, pero no me importaba, solo quería correr y salvarme. El dolor iba a pasar.

Tropecé y comencé a caer rodando como si estuviera sobre una colina. Rodaba una y otra vez, mientras intentaba cubrirme con mis extremidades. Miles de cuchillas atravesaban mis brazos y piernas. 

Al cabo de un rato, deje de rodar y caí sobre una superficie lisa. Me apoyé en el muro sin siquiera preocuparme por saber si estaba cubierto con rocas o no y para mi fortuna, no lo estaba. "Tengo todo el tiempo del mundo... Tengo todo el tiempo del mundo...", me repetía una y otra vez mientras me desplomaba en el suelo, decidido a descansar.

Desperté en algo parecido a una bodega. Habían barriles con comida añeja y vino, que decidí engullir sin dudarlo un segundo. Volví a sentir con normalidad. Debí haber descansado un par de días, había comida suficiente como para hacerlo y no pensaba desaprovechar la oportunidad. "Esto no puede ser un sueño", dije, "No un sueño ni nada parecido, todo esto es extraño. No pude sentir físicamente, no hasta ahora al menos. Sin embargo, es como un déjà vu". 

Al mover los barriles, en una esquina había una pequeña entrada, en la cual cabía de rodillas. Gateando, entré por ahí a avanzar ya más repuesto y dispuesto a terminar con esta tortura sin fin, y buscar algunas respuestas. Respuestas que esperaba conseguir.

Avancé un rato y me topé con mi amigo reloj, esta vez mitad y mitad. Asumí que estaba ya a mitad de camino. Volvió a mi la incertidumbre en forma de pregunta: "¿Qué pasará cuando llegue a su fin?". Era una habitación pequeña, similar a la bodega, pero con una silla y un espejo. Me dispuse a sentarme con tal de avanzar más rápido estas... Circunstancias, que más parecían un circuito demente hecho por algún malnacido que quería que sufriera.

Solo ví un reflejo, mí reflejo. "Calor", dice, "tengo demasiado calor" y ví como se empezaba desvestir de forma desenfrenada. Completamente desnudo comienza a rascarse y a sacarse la piel del torso, los brazos y el cuello a jirones, con fuerza. Grita con desesperación, se estremece, se jala el cabello hasta sangrar. Le lloran los ojos. Comencé a ahogarme, mientras mi reflejo golpeaba el espejo como queriendo salir y no dejaba de gritar la palabra "tiempo". "¿Tiempo?", pensé, "siempre lo tendré, siempre con calma". No podía respirar, la habitación de la nada estaba cubierta de vapor, cada vez más denso.

Sentí los pies mojados. El pequeño cuarto empezó a llenarse con agua. Respiraba como podía para intentar sumergirme en el agua y dejar de quemarme con aquel vapor sofocante y terrible. Cuando se llenó la mitad del cuarto, flotando golpeé el techo para tener alguna escapatoria. Golpe tras golpe, mis nudillos se raspaban y desgastaban, y finalmente logré abrir una brecha e hice un agujero lo suficientemente grande para subir. Cuando me hallé arriba, estaba encerrado a excepción de arriba. Ahora tenía que esperar. Sola y llanamente esperar. "Si, tengo todo el tiempo.", me dije, como siempre.

El agua subía ahora lentamente. Esperé horas y días al llegar arriba, flotando sobre el agua turbia. A veces sentía que no estaba solo en ese extraño pozo. Miré nuevamente hacia arriba y el reloj estaba por vaciarse. Empujé la compuerta con prisa y salí en un comedor. Estaba en una casa, la cual se me hizo muy familiar y comencé a recorrerla para ver si hallaba a alguien que me ayudara a saber que estaba ocurriendo conmigo. Al cabo de un par de vueltas veo a alguien sentado, escribiendo. Mirándolo fijamente, mientras contaba esta historia, le pregunté lo siguiente: ¿Qué pasará cuando el reloj de arena llegue a su fin?

"Todos los acertijos deben ser respondidos por uno, de lo contrario, el cuentacuentos no habrá hecho bien su trabajo."
Por primera vez en mi vida siento que el tiempo se me está agotando y lo peor es que el reloj jamás se detendrá.